viernes, 31 de enero de 2014

Con las despedidas nunca alcanza...
Nunca se llega a despegar el verdadero adiós.
Nunca se sienten realmente las ganas de marcharse, terminar un beso o separarse de un abrazo.
Nunca se alcanza a decir lo que uno quiere y quedan flotando en el aire las palabras sin mencionar, tampoco alcanza una mirada para explicar el sentimiento, ni un saludo con la mano antes de dar la espalda y echar a andar.
No alcanza nada para, en verdad, poder dar final a las cosas que uno no quiere dejar pasar.
Caemos en el ejercicio de una actividad -inconclusa sentimentalmente-  utilizada como medio de escape al no poder afrontar lo que verdaderamente siente.

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